14 de abril.

Hoy es 14 de abril de 2013. Hace unos cuantos años, en 1931, tras unas elecciones municipales, se proclamaba la II República. Unas elecciones con anécdotas de lo más interesantes. Me pregunto qué es lo que pensarían entonces los que hoy están, un día tras otro, reclamando una democracia real, o un sistema más justo. Por otro lado, es llamativo que muchos de los que hacen esas reivindicaciones, reivindiquen a su vez una III República.
Sin entrar a valorar cuál de los sistemas es más adecuado, si el republicano o el monárquico, quiero traer a la memoria de algunos, y dar a conocer a otros muchos, hechos de aquél 14 de abril de 1931.

La primera fase de las elecciones se celebró el 5 de abril. El balance fue: 14.018 concejales monárquicos y 1832 republicanos. Entre los casi diez mil ayuntamientos de España sólo dos pasaron a control republicano. En esta fase se proclamaban a los concejales que se elegían sin pugna, por no haberse presentado una candidatura contraria.
La segunda fase de las elecciones se celebró el 12 de abril. En este caso para aquellos casos en los que se habían presentado más de una candidatura. Los historiadores son unánimes en dar una victoria clarísima a los monárquicos. Las cifras oficiales que dan diversos de ellos son: 22.150 concejales Monárquicos y 5.775 concejales republicanos.
Sin embargo, las elecciones debían arrojar unos 80.000 concejales. El resultado oficial nunca se comunicó por la República, por cuestiones obvias: Era reconocer que habían perdido.
Un historiador, Miguel Artola, obtuvo el Anuario Estadístico de 1932, y del que extrajo el resultado oficial, si bien, al ser el Instituto de Estadística un organismo oficial de la República, los datos de aquellas elecciones pudieron ser algo más favorables a los monárquicos. Aun así, los resultados recogidos en el anuario arrojan: 40.275 concejales monárquicos frente a 26.563 republicanos.

¿Por qué se instauró la II República entonces? Los historiadores han escrito mucho al respecto, y cualquiera que esté realmente interesado en conocer la historia de España habrá acudido a ellos para enterarse. Me voy a permitir dar unas claves que recoge uno de los historiadores que más ha escrito y que vivió aquellos días siendo muy joven.

 – Pocas capitales de provincia arrojaron un resultado favorable a los monárquicos.
– En algunas grandes capitales, como Madrid, votaron millares de difuntos.
– Los consejeros del Rey convencieron a éste de que no importaba la cantidad de los votos, sino la calidad de los mismos.
– Dar a unas elecciones municipales un carácter de plebiscito cuando, con mucho, era un recurso dilatorio o una esperanza.

El 14 de abril se proclamaba la II República tras dos días en que los consejeros del Rey, y el propio Rey, se habían desfondado, acobardado y dado por buena una interpretación poco democrática de los resultados electorales. A las cinco del 14 de abril de 1931 se celebraba el último Consejo de Ministros de la Monarquía. Dos consejeros, el Conde de Bugallal y Juan de la Cierva, insisten en no abandonar. Berenguer replica: “Yo creo que sería peligroso e inútil pedir al Ejército que intervenga”.

 Concluyo este post citando a Ricardo de la Cierva, historiador del que recojo todos los datos que os estoy ofreciendo:
“Hubo una cáscara muerta, evidente y fatal; pero no era la Institución (monárquica), … ; La cáscara muerta estaba formada por los detritus de la política del régimen, por las propias instituciones del régimen que interpusieron su decadencia entre la Corona y la trascendental parte del pueblo que acababa de demostrarle su adhesión permanente.”

Cabe preguntarse si en la actualidad además del detritus del régimen la monarquía tiene los suyos propios, y si éstos son suficientes para propiciar un cambio como el que tuvo lugar en 1931. Algunos entienden que tal vez lo sean para dar paso al Príncipe Felipe.
Los que intentamos ver más allá de lo que vomitan los medios de comunicación fruncimos el ceño y esperamos que seamos capaces de darnos cuenta de que si seguimos por este camino a buen seguro tropezaremos en la misma piedra.

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